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Prólogo a la primera edición del Cardenal Antonio Quarracino (1990)

1. La Creación
2. La batalla de los ángeles
3. El pecado original
4. Caín y Abel
5. El Arca de Noé
6. La Torre de Babel
7. Historia de Abraham
8. Jacob y Esaú
9. José, primer ministro del Faraón
10. Moisés de Príncipe a Pastor
11. La salida de Egipto
12. Los Diez Mandamientos y Muerte de Moisés
13. La Tierra Prometida
14. David, el Rey Cantor
15. Salomón, el Rey Sabio
16. Los Profetas, Lenguaraces de Dios
17. Historias y Figuras de Israel
18. Daniel en Babilonia
19. Judas Macabeo, Caudillo Victorioso

20. Anuncio del Ángel y Visita a Isabel
21. En Nacimiento
22. Los Reyes Magos
23. La Huida a Egipto
24. El Niño perdido y hallado. Vida oculta
25. Jesús se prepara para la Vida pública
26. Milagros
27. Andanzas y enseñanazas
28. Parábolas y Comparancias
29. Entrada Triunfal en Jerusalén y Última Cena
30. La oración en el huerto y el juicio
31. Muerte de Jesús
32. Resurrección
33. La Ascención y Pentecostés


 
Historia Sagrada para Chicos Argentinos
Juan Luis Gallardo 
Editado por Vórtice 
19. Judas Macabeo, Caudillo Victorioso


Concluyó por fin el cautiverio de los judíos en Babilonia.

Regresaron al País de Canaán y reconstruyeron el Templo.

Pero no lograron vivir en paz. Tuvieron que luchar contra sucesivos invasores, algunos más crueles que los otros.

Faltaban tres siglos y pico para que naciera el Redentor cuando su tierra fue invadida por Alejandro Magno, uno de los hombres más importantes de la historia antigua. Luego sufrieron la ocupación de egipcios y persas.

Un rey sirio, Antíoco III, saqueó el templo de Jerusalén y se llevó sus tesoros. Su sucesor, Antíoco IV, hizo colocar en el Templo una estatua de Júpiter y desató una terrible persecución contra los judíos. Durante ella mataron a los siete hermanos Macabeos y a su madre, por negarse a despreciar la Ley de Dios.

Entonces se levantó contra Antíoco un sacerdote israelita llamado Matatías, que se retiró a las montañas y armó un ejército para hacerle guerra.

Murió Matatías y lo sucedió como el jefe de ese ejército un caudillo ejemplar, amigo de Dios y defensor de las buenas tradiciones de su pueblo. Era éste Judas Macabeo, que llevaba el mismo apellido de aquellos siete hermanos que entregaran heroicamente sus vidas antes que pecar.

Derrotó a cuatro grandes ejércitos sirios, reconquistó el País de Canaán, purificó el Templo profanado por Antíoco y restableció el culto del Dios verdadero.

Antíoco andaba peleando con los persas cuando se enteró de los descalabros sufridos por sus generales a manos de Judas Macabeo. Con motivo de esas malas noticias, enfermó de tristeza y se murió.

Judas Macabeo cometió un error, sin embargo.

Después de triunfar sobre Nicanor, un oficial bastante competente que enviaran contra él, se alió con Roma, que era por entonces la nación más poderosa del mundo.

Ése fue un error político y, sobre todo, una señal de desconfianza hacia Dios, que lo había protegido hasta aquel momento sin que le hiciera falta ayuda de nadie.

Roma iba conquistando toda la tierra conocida. Junto con sus defectos, tenía virtudes notables. Contaba con buenos soldados que, organizados en legiones, aseguraban el orden a su paso. Había forjado un Derecho -el Derecho Romano- que aún es modelo de equidad. Su lengua, el latín, permitía que se entendieran entre sí gentes de muchos países, y todavía se lo utiliza en la liturgia católica como signo de universalidad. Pero ocurre que, si uno busca un aliado demasiado fuerte, corre el riesgo de que ese aliado lo termine dominando. Eso fue lo que resultó de la alianza entre judíos y romanos.

Al llegar el momento en que nacería el Salvador, los romanos ocupaban Canaán, aquella Tierra Prometida por Dios al viejo Abraham para su descendencia, cuya Historia acabo de contar.

Los tiempos estaban maduros, los plazos se iban cumpliendo, la espera llegaba a su fin.

Algunos judíos, piadosos y conocedores de las profecías, observaban los sucesos que ocurrían en Belén pues, según estaba anunciado, allí nacería el Redentor anunciado.

Objetivo

Destacar que todos los acontecimientos hasta aquí relatados fueron solamente antecedentes de ese instante clave que es la llegada del Mesías. Sugerir que el curso de la Historia fluyó hacia Belén, conducido por la mano de Dios.

 

© 2005 - Juan Luis Gallardo- Todos los derechos reservados